Con diecisiete años me habló de las autopsias sexuales.
Me contó que estaría bien que cada cinco años nos practicaran una de estas autopsias.
Que nos quedáramos muy quietos y alguien nos dijera que parte de nuestro cuerpo no había sido acariciada; cuántos besos habíamos recibido; si había sido más querida una mejilla o una ceja o una oreja o los labios.
Una autopsias en toda regla de nuestro sexo, pero con nosotros vivos aunque inmóviles.
Ella se lo imaginaba y le gustaba pensar que alguien tan solo mirando nuestros dedos, supiese se habíamos tocado con pasión o simplemente por rutina. Si nuestros ojos habían mirado con deseo o nuestra lengua había conocido muchos congéneres.
Además podríamos saber cuáles fueron nuestros mejores actos sexuales, al igual que en un tronco cortado vemos cuándo soporto grandes lluvias o sequías.
¿Cuántos mordiscos, cántos susurros, cántos chupetones hemos sentido? Un cómputo de números sobre nuestro sexo, nuestra lujuria, o nuestro placer en solitario.
Nunca me he hecho una autopsia de este tipo. Me ha dado miedo el resultado.
El patriotismo del PP
Hace 6 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario